domingo, fevereiro 08, 2009

A Xenofobia e Crise da Identidade Europeia

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Hay un déficit de identidad europea, y mientras no se cubra será difícil evitar los tropiezos. Todos deseamos un proyecto europeo nítido reflejado en unos textos legibles, pero en su estado actual este proyecto es como una manta que, para cubrir los pies de uno, deja al descubierto los hombros de otro. En vez de forcejear para abrigarnos en detrimento de los demás, debemos agrandar la manta entre todos, y para ello lo mejor es tratar de reforzar la identidad común en terrenos que no resulten controvertidos y que faciliten la adhesión de los ciudadanos a los ideales europeos en todos los países miembros. El Programa Erasmus, que todos los años abre los ojos de miles de estudiantes a la realidad del continente, es un buen ejemplo de lo mucho que se puede hacer con ideas acertadas.
El legado histórico y cultural europeo ofrece muchas posibilidades. La Unión se ha construido partiendo de los cimientos económicos y hasta ahora pocos han sentido la necesidad de fortalecer los vínculos culturales, obvios para unos e innecesariamente problemáticos para otros. Pero la Europa de Schengen y del euro, la Europa que aspira a dotarse de una defensa común y a proyectar sus valores en el mundo, necesitará cada vez más sustentarse sobre un sentimiento compartido de su identidad.
Dante, Montaigne, Shakespeare, Cervantes y Goethe se sentían hijos de una tradición que hundía sus raíces en Roma y Atenas. Durante siglos, este sentimiento era común entre las personas educadas, que raramente se sentían extranjeras dentro del continente. ¿Se puede decir lo mismo de los ciudadanos europeos de hoy? ¿No sería bueno que, antes de entrar en la universidad, los estudiantes de la Unión tuvieran que superar, en uno de los cursos de secundaria, una asignatura de historia y cultura europeas con un temario parecido en todos los Estados miembros?
La historia y la cultura de Europa se han forjado a escala continental. Desde Atenas y Roma hasta el nacimiento de la Unión, pasando por el lento despertar de la Edad Media, el Renacimiento, la Ilustración y el Romanticismo, no debería resultar imposible a los especialistas ponerse de acuerdo sobre las líneas generales de un programa que mostrase la comunidad de ideas sobre la que la Europa actual se asienta y que presentase el Tratado de Roma como un verdadero tratado de paz tras las dos guerras civiles europeas que, al menos en su inicio, fueron en realidad las dos guerras mundiales.
La Unión Europea se creó mediante un cambio de paradigma: tras siglos de enfrentamientos, los Estados europeos resolvieron refundar sus relaciones sobre un principio de cooperación y de ayuda mutua. La proyección de este paradigma sobre el estudio de nuestro pasado nos haría ver el futuro con otros ojos. Lógicamente, esta asignatura no debería sustituir a la enseñanza de la historia propia de cada país. Tampoco se trataría de establecer el germen de un sistema educativo común, ni de dar competencias a la Comisión Europea en materia educativa. Estas competencias están muy bien donde están. Bastaría acordar unas directrices básicas para que fueran aplicadas por los ministerios o consejerías competentes en cada Estado miembro que deseara sumarse a la iniciativa.
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in El pais
Para fortalecer la identidad europea
CARLES CASAJUANA 07/02/2009

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