quinta-feira, outubro 12, 2006

NORBERTO ALAYON NO CONGRESSO MUNDIAL DE ESCOLAS DE SERVIÇO SOCIAL NO CHILE

NORBERTO ALAYON NO CONGRESSO MUNDIAL
DE ESCOLAS DE SERVIÇO SOCIAL
DE SANTIAGO DO CHILE

O colega Norberto Alayon, que teve um importante protagonismo no Movimento de Reconceptualização do Serviço Social na América Latina fez, integrado num colectivo, uma brilhante intervenção no Congresso de Santiago. Da sua comunicação, La desigualdad social: desarrollo y desafíos del Trabajo Social desde la Reconceptualización en América Latina, escolhemos este testemunho:

"1. La trayectoria de rupturas en el debate teórico– metodológico

Vicente de Paula Faleiros (2003) refiriéndose a los desafíos sobre la construcción del método, resume la trayectoria de este debate, y en particular en los últimos 40 años, en los siguientes términos.

La influencia del Trabajo Social norteamericano y europeo expresada en la división en caso, grupo y comunidad; o sea, una comprensión de la intervención y su “método” por el tamaño del sujeto.

Durante los años 60 y 70 en el auge de la Reconceptualización la búsqueda metodológica desembocó en un procedimiento general y común de la intervención. Se hace homogéneo el “método” y éste es independiente de la naturaleza del problema de estudio e intervención y del sujeto. Este procedimiento general tuvo dos planteamientos:

- El llamado “modelo clínico funcional” basado en: estudio, diagnóstico y tratamiento. Enfocado en “corregir” problemas entendidos como desviaciones. La profesional aplica la medida que juzga conveniente según sus valores, recursos, su saber y poder. La profesional se sitúa fuera de la situación y propone cómo mantener la “normalidad”.

- Luego la racionalidad tecnocrática formal sobrevalora el planteamiento que extrae del procedimiento de la planificación. Una racionalidad instrumental vaciada de relaciones sociales y sujetos. Retoma los pasos de investigación, diagnóstico, planeamiento, ejecución y evaluación.

- Al planteamiento anterior se le incorpora los procedimientos de la planificación y esto dio lugar al estallido de un “metodologismo”. Las propuestas de Ander Egg, Kisnerman, Zavala y otros se ubican en esta época. Consuelo Quiroga (1992) estudia esta época y concluye en la fuerte presencia de positivismo en la metodología. Ella observa la presencia de un marxismo sin Marx en las construcciones metodológicas del Trabajo Social. Años después estas contribuciones fueron agrupadas en el apriorismo metodológico de base epistemológica.

- Los años 80 y 90 expresan el rescate de la teoría social y la epistemología para las comprensiones histórico-teórico-metodológicas. La profundización del marxismo, el positivismo, la fenomenología permiten comprender que la acepción de método no es una categoría equivalente a procedimiento de intervención. El método tiene que ver con la relación sujeto cognoscente-objeto de estudio (expresión de realidad social en sujetos individuales o colectivos).

Actualmente, el debate sobre el método se coloca en la perspectiva ontológica o sea en la comprensión de las relaciones sociales en tanto forma de organización de la sociedad que produce sus formas de vida material y no material. En otras palabras el método media en la producción de las ideas congruentes o no con el status quo y en la producción de materialidad, para contribuir a la reproducción de la fuerza de trabajo. En palabras de Faleiros, el método de la intervención está en la relación estructura- superestructura. La intervención profesional está vinculada con la producción de servicios sociales que forman parte de un salario social de la clase trabajadora, pero a su vez se produce no materialidad o sea se impactan las formas de pensar y actuar de los sujetos porque el lenguaje -en palabras de Iamamoto- es un instrumento poderoso de la intervención profesional y que influye en los modos de pensar la vida.

El debate sobre la intervención desde la perspectiva marxista condujo a clarificar el tema del mesianismo y el fatalismo profesional; a no darle preponderancia al método por encima de la realidad social y entender esa realidad social como resultante histórico y contradictorio de los intereses económicos y políticos de los grupos sociales, los cuales están diferenciados según su posición y situación de clase social.

De acuerdo con Netto el debate sobre el tema metodología del Trabajo Social permite encarar la noción misma del Trabajo Social y siguiendo al autor puede ser comprendido desde tres direcciones:

- Reproducción de los parámetros tradicionales: lo cual refiere a encarar el estudio de Caso, Grupo y Comunidad como un conjunto referido a ámbitos de intervención restrictivos e institucionalizados. Todo se reduce a un patrón unificado de procedimientos (investigación, diagnóstico, planeamiento, ejecución y seguimiento y evaluación), los cuales reproducen una fragmentación de la totalidad social que se revela ante el profesional.

- Restaurando los parámetros tradicionales o sea revistiéndolos de modernidad. Se trata de una solución que reclama coherencia y rigor en la intervención y para ello recurre a parámetros explícitos de las Ciencias Sociales para dar forma a modelos construidos con el objetivo de orientar la práctica. Esto lo denomina la recuperación crítica de la experiencia de la Reconceptualización o sea el despojo de los excesos ideológicos y sus equívocos como por ejemplo la minimización de las prácticas institucionales.

Se rescata el énfasis teórico metodológico (éste es su tono modernizante). Se desarrollan elaboraciones sincronizándose las exigencias epistemológicas y metodológicas determinadas por las llamadas Ciencias Sociales para realimentar las prácticas vigentes o abrir otros espacios, siempre vinculadas a las condiciones institucionales y los movimientos sociales que las permean y trascienden. Lo fundamental es la búsqueda de modelos de intervención, suponiendo que el Trabajo Social tiene un método propio de intervención, el cual a su vez deriva de la teoría del conocimiento.

Estas dos opciones reproducen el nudo de equívocos básicos (Netto: 2003:59) a saber: la existencia de una teoría del Trabajo Social y consecuentemente de una especificidad en los procedimientos, estrategia y algunos objetivos de la profesión y por tanto una metodología particular.

Montaño (2000:9-31) hace un breve recorrido de las pautas de intervención según el tamaño del sujeto; pautas referidas a los objetos y los planteamientos construidos en los primera década del Movimiento de Reconceptualización, los cuales pretendieron superar la segmentación metodológica. Sin embargo, según el autor citado éstos no consiguieron superar “la naturalización de la realidad, la segmentación positivista entre ciencia técnica y el apriorismo metodológico”.

- Ruptura con los parámetros tradicionales. Esta ruptura fue posible analizando las limitaciones de los enfoques anteriores. Sin embargo demanda un esfuerzo tendiente a preparar profesionales aptos para responder a las demandas inmediatas del mercado de trabajo y que a su vez estén formados para identificar las demandas sociales que emergen de las organizaciones y movimientos sociales. O sea, un profesional capaz de manejar los procedimientos técnicos operativos vigentes y a su vez que reconozca sus límites, o sea un profesional que sintetiza el manejo técnico y el trabajo intelectual.

Subraya Netto, que el desafío actual es construir la articulación entre historia-teoría. Esto conlleva a retomar el estudio del ser social en la sociedad contemporánea; suprimir la vinculación con el positivismo y sus derivaciones; determinar que el método es cuestión de la teoría social y no de una disciplina, por lo tanto éste se distingue de cualquier modelo de intervención; supone la ruptura con la lógica de constitución de las Ciencias Sociales que legitima la atomización de la totalidad social y que atribuye al Trabajo Social una actividad profesional que no tiene legalidad científica sino técnica.

Desde nuestra comprensión a partir de quienes han tratado este tema
[1], el debate contemporáneo sobre la intervención sitúa la relevancia en:

- Comprender la expresión singular y particular de las manifestaciones de la cuestión social como reproducción en un concreto de las situaciones generales de una sociedad determinada.
- Situar la discusión sobre la intervención en las particularidades y diversidades humanas según: género, etnia, edad, opción sexual, condición de discapacidad.
- Relacionar la intervención profesional con la direccionalidad ética y política consonante con un proyecto de sociedad que se anhela, el cual es caracterizado por la construcción de equidades mediante el acceso a satisfactores realizadores de derechos humanos.
- Comprender que la intervención del Trabajo Social no se coloca en el plano de las mediaciones del general histórico (eso dio lugar al mesianismo que erróneamente asignó el papel transformador de la sociedad). La intervención se ubica en la particularidad y singularidad de los sujetos en donde la intervención crítica se coloca en la mediación que se da en la lógica de los intereses contradictorios de la gestión y ejecución de la política social y en la particularidad de la condición de vida material (condiciones de existencia y reproducción) y no material (conciencia de la situación) de los sujetos.
- Comprender que la intervención profesional está constituida por determinantes institucionales, sociales, legales, económicos, culturales y por los valores y las concepciones que el o la profesional tenga en relación con el objeto y los sujetos de la intervención.
- Las categorías claves para comprender la intervención en su complejidad. Esto supone abonarla con: la categoría trabajo o no trabajo y su impacto en las condiciones de existencia de los sujetos; el género como construcción social y cuánto esto influye la intervención profesional; la discapacidad como paradigma de asistencialismo o de autonomía del sujeto; los derechos humanos como conquistas de la clase trabajadora en la edad moderna y promesa no cumplida de la modernidad.

En síntesis, el meollo de la discusión teórico-metodológica hoy plantea el debate entre: el enfoque epistemológico o apriorismo metodológico y el enfoque ontológico.

Hemos referido anteriormente que varios autores en los ochenta y noventa plantearon sus apreciaciones críticas acerca del “estallido de una época de “metodologismo”. Montaño (2000) resume que definir a priori o ex-ante el método, remite a una discusión epistemológica. Porque desde esta perspectiva la elaboración define métodos de conocimiento con independencia del objeto. Se define un método válido para cualquier objeto. La perspectiva epistemológica o apriorismo metodológico -advierte Montaño- es congruente con la perspectiva positivista que segrega la realidad social y que dio origen a las ciencias sociales, las cuales se ocupan de parcelas de la realidad y fragmentan así las posibilidades de la aprehensión de la totalidad social.

Desde la perspectiva ontológica
[2] (el ser social, su estructura, fundamentos y movimiento) se coloca la categoría TRABAJO como fundante del ser social. El trabajo es la acción práctico-material, productora de valores de uso teleológicamente dirigida a un fin, por lo tanto con conciencia reflexiva implicada. El papel de la conciencia marca la diferencia entre el ser social en relación con el ser biológico.

La perspectiva ontológica pone la centralidad de las preocupaciones metodológicas determinadas a partir del objeto de estudio. Vale recordar -como se señaló en párrafos anteriores-, que estas preocupaciones fueron planteadas por autores como: Alayón, Lima y otros, en los años ochenta. Reafirmamos, es el objeto y no la racionalidad o rigurosidad en sí del método, la que configura cómo debemos determinar los fundamentos, las categorías y el procedimiento o necesario. Es el objeto como reproducción de la totalidad social quien nos marca el camino de opciones a seguir.

Hemos indicado anteriormente lo que implica la perspectiva ontológica para encarar el debate metodológico en forma congruente con una comprensión de la realidad como totalidad social contradictoria e históricamente producida. No obstante, observamos también el peso significativo que tiene la perspectiva epistemológica en el debate metodológico en Trabajo Social y sobre todo, en los procesos de formación profesional que se debaten entre la reproducción del enfoque clásico de notable raigambre positivista, mezclado con fenomenología y teoría de sistemas. Así también encontramos, expresiones de enfoques participativos y de la educación popular, con notables características de un “activismo y basismo” a la hora de llevarlos a las prácticas académicas, desconectados de las mediaciones que configuran el trabajo profesional.

En síntesis, a modo de hipótesis apuntamos que:

- Predomina la perspectiva epistemológica o sea la definición a priori de pautas de intervención independiente del objeto.
- No se considera que los mecanismos para conocer los objetos indican también cómo intervenir.
- El conocimiento no expresa comprensión de lo procesal histórico de la totalidad de los fenómenos. No se supera lo aparencial; la realidad es fragmentada o sea queda en el plano de la pseudoconcreción.
- Se consideran los métodos como exclusivos para el Trabajo Social y constructores de identidad profesional.


Consideramos pertinente profundizar y ampliar el debate sobre:

- La perspectiva ontológica que implica partir de cada fenómeno concreto, extraer sus fundamentos, sus categorías centrales y el camino para recorrerlo.

- Las implicaciones de los “métodos” de intervención definidos a priori, para dar lugar a colocar el objeto como expresión concreta de la realidad y síntesis de múltiples determinaciones. Pues como hemos subrayado anteriormente, el objeto es síntesis de la delimitación de las manifestaciones de la cuestión social, punto de inicio en la construcción de la relación: sujeto/objeto, método, conocimiento teórico y estrategias de intervención.

- La perspectiva de totalidad, historicidad y contradicción para conocer e intervenir en los diversos procesos sociales, lo cual implica considerar: sus múltiples determinaciones jerárquicamente organizadas; sus conexiones con otros fenómenos singulares, particulares y universales en su procesualidad y movimiento o sea en sus contradicciones. Especialmente debatir en torno a lo que implica la investigación /intervención en la aprehensión de la singularidad y particularidad humana en el trabajo profesional y en los proceso de formación profesional. Iamamoto (2003) ha llamado la atención sobre el gran desafío para el Trabajo Social , a saber: captar el movimiento de la realidad concreta en las variadas expresiones de la cuestión social, captadas en su génesis y desarrollo. La investigación de las situaciones concretas es condición para atribuirle un rango a la intervención. Es necesario dar más atención a las estrategias, tácticas y técnicas del trabajo profesional en función de los objetos de estudio y acción.

- Las implicaciones de la separación entre trabajo intelectual (teórico-metodológico) y ejercicio de la práctica profesional cotidiana advertido por Iamamoto (2003).
[1] Consúltese:
§ Alayón, Norberto (1981): “Reflexiones sobre metodología en Trabajo Social” En Revista Acción Crítica Nº 10. ALAETS/CELATS
§ Fonseca, Lady (1982): “Una reflexión metodológica.” En Revista Acción Crítica Nª 12. ALAETS/CELATS
§ Lima, Leila y Roberto Rodríguez (1977): ”Metodologismo, estallido de una época” En Revista Acción Crítica Nº 2. ALAETS/CELATS
§ Quiróz, Teresa (1975) Análisis crítico de los métodos caso, grupo y comunidad. Instituto de Investigaciones Sociales. Universidad de Costa Rica.
§ Netto y otros (1992) La investigación en Trabajo Social. ALAETS/CELATS. Lima.
§ Matus Teresa (1999) Propuestas contemporáneas en Trabajo Social: hacia una intervención polifónica. Espacio Editorial. Buenos Aires.
§ Borgianni, Elisabete y C. Montaño (orgs) (2000) Metodología y Servicio Social: hoy en debate. Editorial Cortez. Sao Paulo.
§ Quezada Margarita y otros (2001) Perspectivas metodológicas en Trabajo Social. Espacio Editorial. Buenos Aires.
§ Molina, Mª Lorena y Romero, Mª Cristina (1996 a 2001) en informes de investigación y en el texto titulado “Modelos de atención asistencial, socioeducativo promocional y terapéutico en Trabajo Social”. Editorial Universidad de Costa Rica.
§ Faleiros, Vicente de Paula (2003): Estrategias de Empowerment en Trabajo Social. Buenos Aires. Lumen. Capítulo 6 Desafíos a la construcción del método.

[2]Se sostiene en la comprensión que Gyorgy Luckacs denomina la ontología marxista. En su obra titulada :Ontología del ser social: el trabajo, publicada en español por Ediciones Herramienta. Argentina:2004 se explica esta perspectiva. También contribuye el texto de Engels (1876) El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, publicada en español por Panamericana Editorial, s.f.
Iamamoto en su libro “Trabajo e Individuo social” y en “El servicio Social en la contemporaneidad” (2003:103-181), elabora una síntesis sobre los procesos de trabajo en la sociedad burguesa y sobre la comprensión del trabajo profesional desde la categoría trabajo
. "

domingo, outubro 08, 2006

A Problemática do Menor Nos Estados Unidos in "THE KID"

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O Primeiro Tribunal de Menores nos Estados Unidos

Título original: The Juvenile CourtAutora: Mara DodgeOrigen: Z Magazine, marzo de 2000Traducido por Jain Alkorta y revisado por Josué Pérez , diciembre de 2000

El Tribunal de Menores
Reflexiones en su primer centenario
Por Mara Dodge


En 1999, a cien años vista de la creación del primer tribunal de menores en el condado de Cook (Chicago) en Illinois, todos los estados han conseguido aprobar una amplia legislación para ‘criminalizar" y "adultizar" sus sistemas de justicia del menor. Casi todos los estados hoy propician la transferencia de menores a tribunales para adultos, su reclusión en cárceles para adultos y la imposición de penas de prisión para adultos. Hoy más que nunca, la mayoría exige de los jueces el endurecimiento de las penas y la prolongación de las condenas. Las consecuencias de este cambio de actitud social resultan alarmantes. El año pasado cerca de 18.000 menores eran recluidos en cárceles para adultos, mezclados al 20% con la población adulta. Cada día de 7.000 a 8.000 menores son encerrados en cárceles para adultos por todo el país. En muchos estados los expedientes de los menores ya no son materia reservada y, algunos, incluso abogan por que los delitos sean recogidos en la Three Strikes legislation [debe ser algo así como la Ley de "a la tercera la vencida"] Las leyes federales de justicia del menor pendientes de aprobación (S. 254 y H. R. 1501) prometen ser más de lo mismo. Los estados, y, desgraciadamente también la opinión pública, han asimilado el concepto desde antaño promulgado por los defensores del endurecimiento penal, de que los delincuentes menores deben ser tratados como criminales que resultan ser jóvenes, en lugar de como jóvenes que resultan haber caído en la delincuencia.

Como persona que ha trabajado con jóvenes delincuentes y desfavorecidos en diversos entornos -- que abarcan desde prisiones de menores y adultos a programas alternativos para jóvenes de "alto riesgo", en centros educativos de barrios marginales en las ciudades -- me siento consternada ante semejantes medidas. Hace un siglo Jane Addams junto con un grupo de idealistas se dedicaban a rescatar muchachos de los reformatorios y cárceles para adultos en los que habían sido recluidos. Estas reformistas se enfrentaron a la filosofía predominante en la época, que consideraba a los niños adultos en miniatura. Trataron de crear una nueva percepción de la infancia como estadio inviolable de la vida en el que el menor ha de ser alimentado y amparado. Su sueño consistía en establecer un tribunal que se ocupara de proporcionar a los jóvenes problemáticos todo un amplio abanico de servicios de tratamiento especializado. Siguiendo el ejemplo, la idea de un tribunal del menor se propagó rápidamente por todo el país y por el mundo. Lo trágico es que los defensores de los derechos del niño hoy se encuentren librando aquellas mismas batallas que libraran las fundadoras del tribunal de menores.

El oscuro empeño por "endurecer" el sistema de justicia y la ley del menor se basa en algunos peligrosos mitos y falsas creencias. El primero de ellos, acuñado por John Dilulio, profesor de la Universidad de Princeton, es que nos hallamos ante una nueva generación de super-predadores que excede con creces la capacidad rehabilitadora del tribunal de menores. La segunda es que nos encontramos frente a una nueva ola de delincuencia juvenil sin precedentes. Inexplicablemente, ambos mitos han ido afianzándose pese a los seis años consecutivos de reducción en el índice de criminalidad juvenil.

Los menores son bastante menos violentos de lo que se nos ha llevado a pensar. En el ámbito nacional los delitos graves tan sólo constituyen el 5% del total de los arrestos de menores, según se desprende del Informe sobre la Incidencia de la Criminalidad del FBI. El homicidio representa menos del 0.1 %. Sin embargo, los menores son objeto de arrestos por delitos menores contra la propiedad (el 38%) y por la infracción de las llamadas normas "administrativas" tales como el consumo de alcohol, fugarse, deambular o violar el toque de queda (el 18%). Los célebres delitos juveniles tales como el desorden público y el vandalismo constituyen el 6% de los arrestos. En el Ciclo de Justicia Juvenil, el historiador Thomas J. Bernard muestra como en los últimos 200 años cada generación ha tendido a considerar que los delitos que cometían sus menores eran de mayor gravedad que los que cometían las generaciones de hace 30 o 40 años.

Las estadísticas sobre la criminalidad son muy complicadas. El Informe sobre la Incidencia de la Criminalidad (IIC) del FBI resulta particularmente poco fiable y manifiestamente influenciado por las interpretaciones y el procesamiento informativo. Por ejemplo, la "agresión con agravante", primera categoría de la denominada criminalidad con violencia juvenil es una figura vaga e imprecisa en la que cabe, tanto una pelea a puñetazos en el patio de una escuela, como casos de amenaza sin lesión efectiva. Es más, hoy la policía es más proclive a practicar arrestos de menores que hace 20 años. Luego, el incremento del índice de arrestos no necesariamente indica un incremento real en el índice de criminalidad. El índice de arrestos de menores también resulta problemático en algunos otros aspectos. Los jóvenes muestran una mayor tendencia a delinquir en grupo, y, por consiguiente, son objeto de múltiples arrestos por un mismo delito. Se les detiene con menos contemplaciones que a los adultos bajo acusaciones poco consistentes, por lo que un buen número de los arrestos practicados terminan siendo desestimados. Esta es la razón por la que el índice de encausamiento (numero de jóvenes arrestados que llegan a ser procesados) es bastante más fidedigno que el índice de arrestos. Que, ¿qué es lo que revela el índice de encausamiento? Pues bien, que desde 1972 la incidencia de los delitos contra la propiedad cometidos por menores ha permanecido estable. El Sondeo Nacional sobre la Penalización del Delito (SNPD) realizado anualmente por el Departamento de Justicia ha confirmado la progresiva reducción de todo tipo de delitos, si bien el informe SNPD se menciona con bastante menor frecuencia que el IIC del FBI en los medios de información.

El índice de homicidios cometidos por menores es la gran excepción. Aunque el numero de arrestos por homicidio se triplicaba entre 1984 y1993, desde entonces, se ha reducido en un 40%. No obstante el número de arrestos, por su ambigüedad, tiende a confundir nuestra opinión acerca a la delincuencia juvenil. Muchos de estos arrestos por homicidio eran posteriormente desestimados por la fiscalía, clara muestra de la falta de pruebas contra personas, en principio, inocentes. Por ejemplo, aunque los adolescentes de entre 13 y 15 años constituían el 4.2 por ciento de la población estadounidense arrestada por homicidio en 1995, al final resultó que tan solo el 3.4 por ciento fue encausado (legalmente procesado) por homicidio, es decir, el 2.4 por ciento del total de los casos de homicidio. Aún entrando en otra franja de edad, los adolescentes de entre 13 y 17 años, no predominan en el índice de asesinatos. Representando el 8.2 de la población, este sector fue absuelto de los cargos en el 8 por ciento de los casos de asesinato en 1996. Es más, en la década de los 80, el incremento de los arrestos practicados se limitaron exclusivamente a la violencia con armas. El número de adolescentes arrestados por la comisión de asesinatos no relacionados con armas ha ido descendiendo desde 1976. Por consiguiente, cabe colegir que es la inmensamente mayor disponibilidad de armas mortales, y no una nueva generación de superpredadores, lo que constituye la primera causa del incremento del índice de arrestos de menores por homicidio.
Incluso si estudiamos detenidamente los casos de jóvenes delincuentes que cometen los denominados delitos graves -- los que son encarcelados -- nos encontramos con un gran numero de casos en los que no ha mediado la violencia. La mayoría de los jóvenes recluidos en penales de menores que cumplen penas por delitos contra la propiedad y asuntos relacionados con las drogas, son internados en pequeños centros sin ninguna medida de seguridad. Asimismo, en el ámbito nacional, dos tercios de los jóvenes puestos a disposición de los tribunales en 1996, fueron acusados de delitos sin violencia: el 45% por delitos contra la propiedad, el 12% por delitos relacionados con las drogas y un 9% por diversos e imprecisos delitos de "desorden público".

Pese que el tribunal de menores fuera en principio creado para "salvaguardar los intereses del menor" presuntamente como alternativa a las penas de prisión, si el juez estimaba que lejos de ser beneficiosa su encarcelamiento pudiera resultar perjudicial para el menor, la incidencia de la justicia individualizada ha sido considerablemente restringida. Hoy las leyes de "transferencia sistemática" establecen que el menor que cometa determinados tipos de delito debe ser automáticamente procesado por tribunales para adultos, al margen de las circunstancias.

El endurecimiento de las leyes penales del menor tan sólo consigue arrastrar a un cada vez mayor número de delincuentes no violentos, cuya inmensa mayoría la constituyen jóvenes y desfavorecidos afroamericanos y latinos, a una administración de justicia cuyo sistema es cada vez más implacable y punitivo. Cada vez con mayor frecuencia, se trata de sistemas en que los recortes presupuestarios tienden a reducir más y más la posibilidad de proporcionarles verdaderos programas y tratamientos de rehabilitación. A modo de ejemplo, el programa educativo que posibilitó mi dedicación a la docencia, durante cinco años, dentro del sistema penitenciario de Illinois hoy ya no recibe financiación federal.

Tampoco hay ningún indicio de que la aproximación hacia el "endurecimiento" de estas políticas haya funcionado. De hecho, todo parece confirmar lo contrario. Los menores recluidos en cárceles para adultos son mucho más proclives a reincidir y en delitos de mayor gravedad, que sus congéneres juzgados por tribunales de menores. Por el contrario, pese a la creencia generalizada de que los tribunales de menores son meras puertas giratorias por las que los mismos jóvenes delincuentes entran y salen una y otra vez, habiendo recibido tan sólo un sopapo como castigo, la mayoría de los menores (el 60%) arrestados y puestos a disposición de un tribunal de menores no vuelve a delinquir, según se desprende de un reciente estudio realizado por el Departamento de Justicia norteamericano.

Estos son "éxitos" de los que apenas sí oímos hablar. La mayoría de los menores salen escarmentados de su primer encontronazo con la ley. Para otros el tribunal de menores supone una garantía de que se les proporcione un agente de libertad vigilada comprensivo, un programa de rehabilitación o los servicios de asesoramiento y apoyo que necesitan. He trabajado mano a mano con menores condenados por delitos graves, incluido el asesinato. No son la irrecuperable personificación del mal que la etiqueta de "superpredador" sugiere. Muchos se mueren por encontrar un alma adulta que los oriente.
Sin embargo, en jurisdicciones como la de Los Angeles, donde las causas pendientes de examen para obtener la incondicional se acumulan hasta alcanzar la cifra de 500 por cada oficial y donde prácticamente todo los programas de tratamiento alternativo han ido eliminándose a lo largo de la década de los 90, no es de extrañar que el numero de "éxitos" haya disminuido notablemente. Hoy las cárceles de menores californianas, al igual que las de muchos otros estados, están a rebosar merced a que cada vez más jóvenes están siendo condenados a penas de cárcel por delitos no violentos.

El objetivo fundamental del tribunal de menores era el de conceder al menor una "segunda oportunidad". Evitar que una equivocación fuera penalizada con la vida. Muchos de los que hemos trabajado con jóvenes problemáticos sabemos que la esperanza, que no el temor, es lo que desemboca en una verdadera rehabilitación y cambio. Aquellos que no tienen esperanzas de futuro, que no tienen perspectivas de futuro en sus vidas, resultan mucho más difícilmente recuperables, por muy duras que sean las penas que se les imponga. Antes, la mayoría de los menores, incluso los mayores delincuentes, se reinsertaban en la sociedad antes de los 30 conforme iban madurando. Pero esto tan sólo es posible si se les da la oportunidad de conseguir medios de vida decentes y empleos que les proporcionen sueldos con los que puedan vivir, posibilidades cada vez más remotas si se revelan sus fichas a las escuelas, a sus futuros contratantes y al ejército. Muchos menores pobres de los barrios marginales de las ciudades han visto cómo un solo arresto les suponía la perdida de sus empleos.

Las causas subyacentes de la delincuencia juvenil y las verdaderas soluciones al problema, con frecuencia, residen muy lejos del sistema de justicia. Como sociedad, hemos fracasado en la tarea de racionalizar los recursos para que todos los menores pudieran acceder al mismo grado formativo, social, cultural y gozar de las mismas oportunidades económicas. Oportunidades que bien pudieran triunfar sobre la fascinación del crimen, las drogas, las pandillas, y, en definitiva, la delincuencia. Sin embargo, hemos optado por hacer que se replieguen en sus suburbios, por construir cada vez más comunidades en recintos vallados y fortificados, por enviar a nuestros hijos a colegios privados... Al final, nuestras políticas de endurecimiento penal tan sólo han logrado polarizar cada vez más nuestra sociedad y exacerbar más, si cabe, las profundas divisiones entre las razas y las clases, haciéndolas cada vez más insalvables.

*Mara Dodge es profesora de historia en la Universidad Pública de Westfield, Massachusetts. Es una veterana militante en el sector de las prisiones y las reformas penitenciarias, y, en la actualidad, está escribiendo un libro titulado "Rameras y Ladrones de la Peor Calaña": La Mujer, El Crimen y las Prisiones en Illinois, 1833-1940.