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-P: Su conferencia se titula “Retos y oportunidades del EEES”, háblenos de los primeros.
-R: En España el reto mayor es reducir la diferencia que hay entre la duración oficial de los títulos y la duración efectiva. Esto irá en beneficio de los estudiantes y también de la sociedad en general. No me convencen los argumentos de los que opinan que es normal tardar ocho o nueve años para cursar una carrera de ingeniería cuando en otros países se tarda cuatro en cursarla y salen muy bien preparados.
-P: ¿Cuáles son, a su parecer, las principales oportunidades con nos trae el EEES?
-R: La más importante es repensar el papel de la universidad al servicio de la sociedad, repensar programas formativos para hacerlos más adecuados para los estudiantes, que estén más en línea con los empleos que existirán en el ámbito regional, nacional, europeo, mundial, con más eficacia, con más apertura y con un reconocimiento garantizado dentro y fuera de las fronteras…
Nos encontramos ante una oportunidad formidable para replantear y rediseñar la universidad del mañana, en lugar de contemplar los retos y oportunidades de aquella universidad arcaica del siglo XIX.
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--P: Y hablando de universidad arcaica, ¿Qué piensa que debería permanecer de la universidad clásica?
-R: Todo lo bueno: la orientación, la investigación, el espíritu crítico… eso son cosas que no se ponen en cuestión. Pero no podemos actuar como si no hubiera cambiado nada en todo este tiempo hay aspectos que sí necesitan cambiar. Por ejemplo el individualismo: los esfuerzos necesitan realizarse de modo más colectivo.
La universidad de la Edad Media está mitificada, los que sueñan con esa universidad en la que los alumnos estudiaban en todas las universidades, olvidan que los estudiantes pagaban a los profesores, y a veces los echaban. Esto ha cambiado. No podemos plantearnos, en la Europa del siglo XXI la Universidad medieval, ni tampoco la del siglo XIX.
La libertad de investigación o la libertad de cátedra, son aspectos muy positivos, pero hoy no se investiga como se hacía dos siglos atrás. La investigación que hoy produce resultados es la que se realiza por equipos. No se trata de abandonar el viejo ideal de la universidad, ni sus sueños, ni su valor, sino de adaptarlos a un contexto completamente distinto.
-P: La implantación del EEES está acarreando contestación estudiantil. ¿No se ha sabido explicar suficientemente los aspectos positivos de este proceso? ¿Qué les diría a esos alumnos reticentes con este proceso?
-R: Es normal que en un proceso tan amplio como éste, que va a afectar a millones de estudiantes, de familias y de profesores en toda Europa, que haya entusiastas y gente dubitativa; que haya deficiencias e incluso oposición. Esto lo acepto. Cuando empezamos con este proceso nadie esperaba que no hubiese oposición. Esto puede incluso ayudar a orientar el proceso de manera más adecuada. Estamos en un proceso que tiene una dimensión sociológica, política y cultural muy grande, y esto necesariamente se traduce en opiniones distintas.
También es seguro que el proceso no se ha explicado suficientemente en algunos colectivos, pero los estudiantes que piensan que este proceso es pura mercantilización de la universidad se equivocan. Pueden seguir estudiando en un sistema en el que se les pide estudiar ocho años y les da créditos por cuatro. Yo respeto que las universidades que no quieran participar en este proceso que no lo hagan, pero seguramente el mercado laboral europeo no les va a ofrecer las mismas oportunidades. Carreras activas y exitosas ya no se pueden realizar aislados del resto de Europa. Incluso cuando se trate de carreras que se realicen a nivel nacional, las negociaciones se efectuarán internacionalmente.
Sí que existe una falta de explicación, pero hay también gente que aborda la negociación de manera corporativista en exceso, o de una manera demasiado defensiva para que no le cambien la manera de funcionar.
Yo ofrezco mis argumentos a quienes no están de acuerdo, y escucho los suyos Serán después los responsables políticos universitarios quienes tomen la decisión. Mi papel consiste en atraer la atención de los responsables de deficiencias actuales y posibilidades de futuro.
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-P: Usted que conoce cómo han ido las negociaciones en la implantación del EEES en toda Europa ¿Cómo diría que se está avanzando en las universidades en ese tema?
-R: El proceso está casi terminado en varios países del norte y centro de Europa. Pero hay países más adelantados y otros menos, también hay universidades más adelantadas que otras, y disciplinas, pero no existe ningún país que no haya comenzado las reformas.
Al final de este proceso tendremos un sistema europeo más abierto. En la gran mayoría de los países tendremos mejores cursos formativos, más adaptados al concepto regional y nacional europeo, más adaptados a la demanda de los estudiantes y más adaptado a las posibilidades laborales. Pero es un sistema que sigue en movimiento. Sería absurdo pensar en que en el 2010 o en el 2015 todas las reformas habrán sido ya hechas y que la universidad no cambiará en los años siguientes. Se trata de un proceso que continuará, porque la demanda, la situación, el contexto, ya no serán como eran en 1999, cuando se firmó el primer convenio de Bolonia.
-P: ¿En qué sentido la convergencia de la Universidad europea puede ayudar a construir el futuro del continente?
-R: Actualmente, la competencia es más fuerte que nunca. Se ha producido un cambio radical en el entorno. La emergencia de China, de Brasil, de Japón, de India… no se puede ignorar. Europa necesita movilizar a su talento, movilizar a la gente que puede cambiar, crear, innovar. Las regiones no se pueden desenvolver aisladas. Los estudiantes saben que las mejores oportunidades no necesariamente están al lado. A veces hay que buscarlas fuera.
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La endogamia no es algo que exista de manera espontánea, a veces se incentiva o facilita. Lo que es seguro es que entre las más prestigiosas universidades europeas tienen un proceso de reclutamiento de profesores muy abierto, publican cada puesto a nivel internacional, reciben candidaturas del mundo entero, y eligen a los profesores más cualificados. Eso es uno de los indicadores más fiables de calidad y de futuro de una universidad. Yo entiendo, no obstante, que también hay que tener en cuenta la evolución regional y nacional de las universidades, en todo proceso es necesario un equilibrio: conozco algunas universidades europeas en las que los estudiantes empiezan a quejarse de que casi no pueden hablar su idioma, porque todo pasa en inglés, ya que reclutaron a profesores prestigiosos de fuera que no hablaban la lengua de su país.
No hay una receta que funcione para todo: la endogamia es perjudicial para una universidad si está demasiado marcada. A mi parecer, el peligro mayor de esta endogamia es que no se trae a las universidades los vientos de cambio que soplan en el mundo, lo que provoca que las universidades sigan pensando en referentes nacionales sin darse cuenta del cambio que se está produciendo en el mundo.
-P:¿Cuánto costará este proceso? ¿Está la Universidad europea en disposición de pagarlo?
-R: El proceso funciona mejor cuando hay un presupuesto explícito, como en ciertos países, para que hagan estas transformaciones necesarias. En muchos casos el proceso pide una reasignación de recursos. Hay recursos, pero es preciso reciclarlos, y una parte de este reciclaje consistirá en la reducción de estos estudios.
No obstante, se necesitan incentivos para facilitar el cambio.
Si se pone más dinero en manos de la universidad, ésta mejora. El gobierno paga más, pero a cambio consigue más de la universidad en relación con las necesidades de la sociedad.
Hay que tener en cuenta la emergencia de países como China, India y otros países, que no era tan fuerte diez años atrás. La capacidad de retener y atraer a los mejores profesores y también a los estudiantes. No hablamos de competencia comercial, sino de competición por el saber, la iniciativa, la innovación. Si no somos capaces de competir con Estados Unidos, China, Rusia en esto, en que los mejores cerebros vengan a Europa… será muy complicado.
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