El escándalo de las acreditaciones es el recordatorio más reciente de la precaria situación institucional en la que se encuentran sumidas un número significativo de instituciones de educación superior en Chile. Pero es también la expresión incontestable delimpasse de la idea de “universidad”, toda vez que el término resulta hoy un eufemismo para designar a instituciones cuyas operaciones se asemejan al modelo de un sofisticado banco de inversiones, o bien al de una empresa familiar del sector retail.
La incómoda verdad que hoy debemos afrontar es que la universidad ha devenido en sinónimo de propiedad. Es decir, que la pretensión universalista de la institución universitaria se encuentra reducida a los intereses particularistas de la propiedad, a aquello que precisamente no es común.
¿En qué momento le perdimos el rastro a la “idea” de universidad, a la pregunta por su sentido, y la sustituimos por un entusiasmo ciego en la mera “expansión” instrumental del sistema universitario (número de instituciones, carreras, matrículas, créditos), en pos de un credencialismo obtuso afín a la nueva economía?
Constitucionalmente, en Chile, desde 1980 la educación posee la extravagante condición de ser una actividad económica que, como cualquier otra, es protegida por el derecho de propiedad (Art. 19, incisos 11, 21 y 24 de la Constitución). Esta alquimia jurídica ha permitido que la universidad pueda ser concebida como una entidad que produce y distribuye bienes corporales e incorporales susceptibles de valorización monetaria en el mercado (ejemplo: certificaciones académicas y profesionales, saberes especializados, etc.). La implicancia más decisiva es que el derecho de existencia de la Universidad se ha hecho dependiente, en último término, de que esta institución sea fuente y objeto de propiedad.
Si el principio de propiedad se constituye en fundamento normativo de la universidad, la pregunta que naturalmente sigue es: ¿A quién le pertenece la universidad? Permítanme plantearlo de otra forma: ¿Puede la universidad tener un dueño? ¿Requiere de un propietario para asegurar su derecho a existir? La respuesta a estas inquietudes no es simple pero asoma como ineludible para que una defensa de la idea universidad tenga algún sentido todavía.
La universidad es una comunidad destinada a la formación y cultivo libre de saberes, cuya continuidad de tareas y existencia cotidiana depende de una propensión hacia lo desconocido y a lo que desafía sus propios límites. La universidad es por definición “la institucionalización de la apertura a la excepción” (como acertadamente sugieren Garrido, Herrera y Svensson en su reciente libro “La excepción universitaria”). La sujeción normativa de la universidad a la idea de propiedad, por el contrario, le impone un principio de limitación externo que clausura la posibilidad misma de esta apertura. Esta clausura le arranca a la idea universidad su significado más intenso.
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La universidad y la propiedad
do sociologo Rodrigo Cordero Vega in http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/01/04/la-universidad-y-la-propiedad/