El hambre rebrota en Argentina
Los trabajadores sociales se quejan de que las ayudas han disminuido
La presidenta Fernández reconoce que el 23% de la población vive en la pobreza - Las autoridades toman medidas de urgencia contra la desnutrición
"Acá la ayuda nunca llega", se resigna Juanita, una mujer delgada que malvive en una casa precaria de madera al lado de una laguna cubierta de pajonales y basura en Villa Itatí, un barrio de chabolas del sur del Gran Buenos Aires con 50.000 habitantes. Su casa está inundada por el olor del vertedero, donde los cartoneros acumulan lo que recolectan, pero cuando llueve también se llena del agua de la laguna. A pocos metros, un vecino cría cerdos, que se alimentan de los desperdicios.
En las últimas semanas, el hambre y la pobreza han vuelto a la primera plana de la agenda en Argentina. Siete años después de que las imágenes de desnutrición en la norteña provincia de Tucumán recorrieran el mundo en plena crisis de este país productor y exportador de alimentos, la oposición, la Iglesia católica, las organizaciones sociales, los sindicatos, los medios y hasta la aristocracia rural han encendido el debate. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha respondido con un plan de 272 millones de euros para crear cooperativas que empleen a 100.000 personas. El alcalde de Buenos Aires, el conservador Mauricio Macri, ha inaugurado un refugio para 140 personas sin techo, mientras afronta acusaciones del Consejo de los Derechos de Niños por gastar poco en programas para chavales pobres y las denuncias del cardenal primado de Argentina, Jorge Bergoglio, por la exclusión en la capital. Mientras, en Itatí y otras villas miseria los pobladores aseguran que siguen tan pobres como siempre y que nunca se notó una mejoría, pese al fuerte crecimiento de la economía entre 2003 y 2008.
En la crisis argentina de 2002 la pobreza llegó a afectar al 57% de la población. Durante el mandato de Néstor Kirchner (2003- 2007), el indicador retrocedió hasta el 26,9%, el nivel de 1998, cuando comenzó aquella crisis. Desde 2007, la inflación y la debacle internacional quebraron la tendencia, según las estadísticas privadas. La Universidad Católica Argentina calcula que hasta el 39% de la población vive en la pobreza. En cambio, el Instituto Nacional de Estadística ha informado de que el índice de pobreza disminuyó en 2007 y 2008, hasta el 15%. Sin embargo, Kirchner ha reconocido que subió al 23%.
La campaña de las legislativas del 28 de junio, en las que triunfó una oposición fragmentada, no se centró en la pobreza. Pocos días después, un hospital de Salta (noroeste del país) reveló que uno de cada tres niños está desnutrido.
A mediados de agosto, la Iglesia católica argentina difundió un mensaje del Papa Benedicto XVI, que denunciaba el "escándalo" de la pobreza. Un día después, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) se movilizó en Buenos Aires y otras ciudades ante la crisis. "No basta con los discursos, hay que demostrar que se puede distribuir la riqueza", sostuvo su secretario general, Hugo Yasky. Finalmente, la presidenta argentina reforzó el plan de cooperativas, que se suma al de ayuda alimenticia y a un subsidio de hasta 55 euros mensuales para las familias con seis niños o más. Pero ni la tarea del Estado ni la de las organizaciones sociales alcanza.
"El hambre nunca disminuyó en estos años", se queja Fátima Núñez, coordinadora del centro infantil de la Fundación Che Pibe, en Villa Fiorito, el barrio bonaerense de chabolas donde vivía Diego Maradona y donde permanecen 42.000 personas.
En las aulas del centro están pegados los carteles de la campaña que desde 2004 viene denunciando que "El hambre es un crimen". Este fin de semana la campaña recibió el respaldo de 200 cineastas, artistas plásticos, escritores y deportistas ante las agresiones que han sufrido sus organizadores. "Hay más necesidades desde el año pasado. Además, en estos años apareció el paco (pasta base de la cocaína)", lamenta Fátima. En un paseo por Villa Fiorito, entre casas de madera, chapa, cartón o ladrillo, algunas con banderas del Boca Juniors, y entre los brazos del Riachuelo que, con su color negro de contaminación, limita el sur de Buenos Aires, Fátima se topa con dos padres jóvenes que deambulan con su bebé de rostro sucio. "Están consumidos por el paco", comenta.
"Hay desnutrición", relata Fátima. "Está todo caro: la carne, la leche, las frutas", enumera, en un país que sufre estanflación (recesión e inflación), según analistas privados. "¿Por qué no fuiste a la escuela?", le grita Fátima, entre ladridos, cacareos y cumbia, a un adolescente que construye su casa de ladrillos. Tiene mejor suerte que su hermano, que fue tiroteado por piratas del asfalto.
"Hay más miseria", se queja Julia Ferraro, de 56 años, 12 hijos y 15 nietos. Hasta hace cinco años, Julia repartía en su barrio la comida que distribuía la provincia de Buenos Aires. "Al principio dábamos leche, harina, aceite, fideos. Al final, sólo leche y desde el año pasado la provincia da tarjetas con 80 pesos mensuales (14,50 euros) para los que tienen un hijo y de 100 (18,10 euros) para los que tienen dos o más", plantea.
La presidenta Fernández reconoce que el 23% de la población vive en la pobreza - Las autoridades toman medidas de urgencia contra la desnutrición
"Acá la ayuda nunca llega", se resigna Juanita, una mujer delgada que malvive en una casa precaria de madera al lado de una laguna cubierta de pajonales y basura en Villa Itatí, un barrio de chabolas del sur del Gran Buenos Aires con 50.000 habitantes. Su casa está inundada por el olor del vertedero, donde los cartoneros acumulan lo que recolectan, pero cuando llueve también se llena del agua de la laguna. A pocos metros, un vecino cría cerdos, que se alimentan de los desperdicios.
En las últimas semanas, el hambre y la pobreza han vuelto a la primera plana de la agenda en Argentina. Siete años después de que las imágenes de desnutrición en la norteña provincia de Tucumán recorrieran el mundo en plena crisis de este país productor y exportador de alimentos, la oposición, la Iglesia católica, las organizaciones sociales, los sindicatos, los medios y hasta la aristocracia rural han encendido el debate. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha respondido con un plan de 272 millones de euros para crear cooperativas que empleen a 100.000 personas. El alcalde de Buenos Aires, el conservador Mauricio Macri, ha inaugurado un refugio para 140 personas sin techo, mientras afronta acusaciones del Consejo de los Derechos de Niños por gastar poco en programas para chavales pobres y las denuncias del cardenal primado de Argentina, Jorge Bergoglio, por la exclusión en la capital. Mientras, en Itatí y otras villas miseria los pobladores aseguran que siguen tan pobres como siempre y que nunca se notó una mejoría, pese al fuerte crecimiento de la economía entre 2003 y 2008.
En la crisis argentina de 2002 la pobreza llegó a afectar al 57% de la población. Durante el mandato de Néstor Kirchner (2003- 2007), el indicador retrocedió hasta el 26,9%, el nivel de 1998, cuando comenzó aquella crisis. Desde 2007, la inflación y la debacle internacional quebraron la tendencia, según las estadísticas privadas. La Universidad Católica Argentina calcula que hasta el 39% de la población vive en la pobreza. En cambio, el Instituto Nacional de Estadística ha informado de que el índice de pobreza disminuyó en 2007 y 2008, hasta el 15%. Sin embargo, Kirchner ha reconocido que subió al 23%.
La campaña de las legislativas del 28 de junio, en las que triunfó una oposición fragmentada, no se centró en la pobreza. Pocos días después, un hospital de Salta (noroeste del país) reveló que uno de cada tres niños está desnutrido.
A mediados de agosto, la Iglesia católica argentina difundió un mensaje del Papa Benedicto XVI, que denunciaba el "escándalo" de la pobreza. Un día después, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) se movilizó en Buenos Aires y otras ciudades ante la crisis. "No basta con los discursos, hay que demostrar que se puede distribuir la riqueza", sostuvo su secretario general, Hugo Yasky. Finalmente, la presidenta argentina reforzó el plan de cooperativas, que se suma al de ayuda alimenticia y a un subsidio de hasta 55 euros mensuales para las familias con seis niños o más. Pero ni la tarea del Estado ni la de las organizaciones sociales alcanza.
"El hambre nunca disminuyó en estos años", se queja Fátima Núñez, coordinadora del centro infantil de la Fundación Che Pibe, en Villa Fiorito, el barrio bonaerense de chabolas donde vivía Diego Maradona y donde permanecen 42.000 personas.
En las aulas del centro están pegados los carteles de la campaña que desde 2004 viene denunciando que "El hambre es un crimen". Este fin de semana la campaña recibió el respaldo de 200 cineastas, artistas plásticos, escritores y deportistas ante las agresiones que han sufrido sus organizadores. "Hay más necesidades desde el año pasado. Además, en estos años apareció el paco (pasta base de la cocaína)", lamenta Fátima. En un paseo por Villa Fiorito, entre casas de madera, chapa, cartón o ladrillo, algunas con banderas del Boca Juniors, y entre los brazos del Riachuelo que, con su color negro de contaminación, limita el sur de Buenos Aires, Fátima se topa con dos padres jóvenes que deambulan con su bebé de rostro sucio. "Están consumidos por el paco", comenta.
"Hay desnutrición", relata Fátima. "Está todo caro: la carne, la leche, las frutas", enumera, en un país que sufre estanflación (recesión e inflación), según analistas privados. "¿Por qué no fuiste a la escuela?", le grita Fátima, entre ladridos, cacareos y cumbia, a un adolescente que construye su casa de ladrillos. Tiene mejor suerte que su hermano, que fue tiroteado por piratas del asfalto.
"Hay más miseria", se queja Julia Ferraro, de 56 años, 12 hijos y 15 nietos. Hasta hace cinco años, Julia repartía en su barrio la comida que distribuía la provincia de Buenos Aires. "Al principio dábamos leche, harina, aceite, fideos. Al final, sólo leche y desde el año pasado la provincia da tarjetas con 80 pesos mensuales (14,50 euros) para los que tienen un hijo y de 100 (18,10 euros) para los que tienen dos o más", plantea.
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