domingo, outubro 05, 2008

Serviço Social Deus é Brasileiro ?

"Dios es brasileño"


Al presidente de Brasil le gusta decir que "Dios es brasileño". Y quienes le han escuchado estos días durante la campaña de las elecciones municipales, que se celebran hoy, comienzan a preguntarse hasta qué punto Luiz Inácio Lula da Silva habla en broma o lo piensa en serio. Porque lo cierto es que el gigante suramericano, eternamente a punto de despegar, parece haber levantado definitivamente el vuelo. Y no sólo en términos económicos o de estabilidad política. Brasil ha asumido la responsabilidad de ejercer activamente el liderazgo regional, llevando a la práctica una doctrina manejada por todos los Gobiernos del país, según la cual Suramérica es el área de influencia estratégica de este país.
Viendo la trayectoria de Brasil en los últimos años, pocos recuerdan que apenas en 2002, cuando Lula estaba a punto de llegar a la presidencia del país a la cabeza del Partido de los Trabajadores (PT), el ex sindicalista pasó las últimas semanas de su campaña electoral tranquilizando a los mercados financieros y asegurando que Brasil cambiaría, pero que las reglas del juego serían respetadas. Lula demostró que en Brasil existe una realidad rara en Latinoamérica: las políticas de Estado. Y es que el presidente más popular del continente -el próximo 13 de octubre recibirá en Toledo el Premio Don Quijote-, que lidera una idea de izquierda alejada del populismo, está recogiendo los frutos sembrados por él mismo. Pero, además, ha asistido a la culminación de grandes proyectos iniciados por sus predecesores
Brasil se siente fuerte y sus vecinos confían en él. Un ejemplo. La imagen registrada hace dos semanas del presidente boliviano, Evo Morales, sentado a la misma mesa de negociación junto a dirigentes regionales que niegan su autoridad y lideran un conflicto que amenaza con convertirse en una guerra civil, sólo es explicable por la intervención directa del presidente brasileño y su Ministerio de Exteriores.
Otro dato. Esta misma semana, Lula ha convertido a la ciudad de Manaos en el epicentro de la futura red de comunicaciones transamericana. En el mapa, Manaos se encuentra literalmente sepultada por la selva amazónica, pero el proyecto brasileño no ha sido recibido ni con una sombra de escepticismo entre sus vecinos, como hubiera pasado hace pocos años. Las propuestas brasileñas ya no provocan un levantamiento de ceja irónico entre los diplomáticos vecinos, especialmente los del sur.
Pero la excelente imagen internacional del presidente -bastante mejor que en el interior de su país, como suele suceder- no basta para justificar este momento dulce brasileño. Con una economía que actúa como un gran aspirador, Brasil se lleva 90 de cada 100 de los dólares que llegan a Suramérica en forma de inversión extranjera. Sus 180 millones de habitantes y una seguridad jurídica sólo igualada por Chile en la zona, convierten al país en uno de los mercados más atractivos del mundo. Desde hace décadas, comenzó a investigar con los biocombustibles.
Hoy es el mayor productor del mundo de etanol y prácticamente todo su parque automovilístico funciona en mayor o menor medida con combustibles no derivados del petróleo. Estados Unidos no ha dudado -o no ha tenido más remedio- en buscar a Lula como aliado para introducir los biocombustibles a escala mundial y el brasileño ha aceptado la invitación, consciente de que la energía le permitirá aumentar de manera decisiva la influencia de su país en el continente.
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