Luis, de 76 años, reposa sentado en una silla de ruedas. Un amplio cinturón de velcro lo inmoviliza. De noche también necesita estar sujeto. Padece demencia y tiene dificultades para caminar, pero hasta ahora no había necesitado sujeciones. Una gripe debilitó sus ya inestables piernas y corría el riesgo de caer, así que el médico le prescribió llevar la sujeción hace tres semanas. Al mejorar, el médico decidió retirárselas.
Una de cada cinco (el 21,5%) personas mayores que viven en residencias catalanas permanecen gran parte del tiempo con estas contenciones. El porcentaje sube hasta el 41,2% en los ancianos con demencia. Es lo que refleja el primer informe de la Generalitat de Cataluña sobre las contenciones, realizado en 2011 por los inspectores del Departamento de Bienestar Social tras visitar 164 residencias (el 16,3%).
El uso de contenciones en ancianos genera un acalorado debate. Los trabajadores sociales, inspectores, además de empresas y entidades que atienden a la gente mayor apuestan por la reducción de las contenciones, mientras que los médicos las defienden para prevenir males mayores, como lesiones por caídas. También hay debate social cuando se cae en el error de asociar contenciones con atar indiscriminadamente.
Existen dos tipos de contenciones, las físicas y las farmacológicas. Entre las primeras se incluyen cinturones anchos como el de Luis, arneses o medidas como la colocación de barras en las camas. Las segundas son medicamentos, como neurolépticos o ansiolíticos para ayudar a dormir o para evitar ataques de ansiedad. Josep Gasol, médico y propietario de una residencia en Barcelona, aclara que el “uso de las contenciones siempre es por prescripción facultativa, bajo supervisión constante y es temporal”. El consentimiento de la familia es imprescindible.
La Asociación Catalana de Directores de Centros y Servicios de Atención a la Dependencia Gerontológica incide en que las contenciones físicas permiten “la prevención de las consecuencias de un descontrol por parte del paciente que pueda implicar traumatismos o agresiones”. Gasol, que también es responsable de la coordinadora de médicos de residencias de la comarca del Barcelonés y presidente de la sección de residencias del Colegio de Médicos de Barcelona, echa mano de las estadísticas y explica que, de las personas mayores de 70 años con osteoporosis que sufren una caída, un 25% fallece al cabo de un año, mientras que el 50% muere en el plazo de dos. “Y todo por una rotura de fémur. Por esto son tan importantes las contenciones en estos casos. Les estás salvando la vida”, sentencia Gasol.
Pero los inspectores de la Generalitat no ven tan claro que las contenciones se utilicen siempre de forma correcta. En su estudio, los técnicos achacan el uso de estos métodos a una actitud de sobreprotección, a falta de recursos de las residencias, a malas prácticas adquiridas y a falta de formación de los profesionales.
En estos puntos coincide la coordinadora del Departamento Social de la Asociación Amigos de la Gente Mayor (Amics de la Gent Gran), Mònica Lucena, quien añade: “Se ponen contenciones a personas con demencia para que no molesten al resto de residentes”. Gasol defiende que hay que perseguir el mal uso de las contenciones. “Evitar que se usen para quitar trabajo al personal”, dice el doctor, que añade que los médicos ultiman un documento de buenas prácticas.
Las entidades sociales admiten que hay casos “puntuales” y “muy excepcionales” en que la contención es necesaria, pero consideran “excesiva” la proporción detectada en el informe. Hay voces del sector que apuestan por abandonar el sistema y ser conscientes de las limitaciones que implica la avanzada edad. La Federación de Asociaciones de la Tercera Edad de Cataluña pide que se minimice el uso de las contenciones. También la Asociación Catalana de Recursos Asistenciales (la patronal de servicios sociales), asegura que el sector camina hacia evitar la contención.
Una guía publicada por el Departamento de Acción Social en 2010 alerta de que un exceso de sujeción puede provocar síndrome de inmovilidad o ansiedad en los enfermos mentales. Los inspectores de la Generalitat y las entidades sociales apuntan alternativas a las contenciones: sillas ergonómicas (muy caras), estimulación física o ejercicio físico.
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