terça-feira, novembro 04, 2008

Serviço Social A Saúde nos Estados Unidos um Artigo de Albert Jovell

Antes de leer este artículo es preciso realizar tres consideraciones: el sistema sanitario estadounidense es el más complejo del mundo, la sanidad nunca ha sido un tema prioritario en campaña electoral y el que escribe es seguidor de Barack Obama desde hace cuatro años. Con respecto al primer punto, y de una forma muy breve, el multisistema sanitario estadounidense incluye un programa de protección para la indigencia, denominado Medicaid y que es financiado por cada uno de los Estados para familias que tienen residencia fija, lo que excluye a los sin techo, y un nivel de pobreza determinado. También incluye un programa denominado Medicare (www.medicare.gov), que financia desde Washington la sanidad de los pensionistas y la de Veterans Administration (www.va.gov), que cubre a los veteranos de guerra.
Los programas citados son de cobertura universal para sus beneficiarios, con algunas limitaciones en la calidad o copagos específicos. El resto del país tiene la posibilidad de acceder a múltiples planes de salud, inicialmente financiados por el empleador o de forma mixta, que incluyen desde seguros privados con prestaciones ilimitadas, hasta modelos limitados en capacidad de gasto y/o en prestaciones. La elección de un plan de salud en esta última categoría es una labor muy compleja debido a la gran variedad de posibilidades y a la mucha letra pequeña de los contratos. Aquellos ciudadanos a quienes su empleador no ofrece cobertura sanitaria, los trabajadores a tiempo parcial o los titulares de pequeños negocios suelen formar parte del colectivo que carece de seguro sanitario. Por otra parte, la sanidad estadounidense es la que más gasta del mundo en porcentaje del PIB. Los servicios de urgencias tienen la obligación de atender todos los casos graves que reciben.
Ante este panorama de gran complejidad y diversidad, los candidatos John McCain y Barack Obama han hecho lo que la mayoría de candidatos hicieron antes, relegar la sanidad a un segundo plano. El propio Michael Dukakis, candidato demócrata que compitió con Bush padre en las elecciones de 1988, expresaba la imposibilidad de situar la sanidad en un puesto prioritario de la agenda electoral. De hecho, sólo en las elecciones primarias de candidatos del Estado de New Hampshire la sanidad es importante, cuando la poderosa Asociación de Jubilados (www.aarp.org) organiza un debate para arrancar a los potenciales candidatos el compromiso de que no va a haber recortes en el programa Medicare.
Los motivos de esta resistencia son básicamente tres. En primer lugar, los candidatos se sienten más cómodos hablando de otros temas, sabedores que con la salud pueden ganar unos votos, pero perder unos cuantos más. Por ello, en privado prefieren que sean los Estados, como ha pasado en Massachusetts (www.mass.gov/legis), o el mercado los que aborden el problema de los sin seguro y de la necesaria reforma sanitaria. En segundo lugar, la mayoría de los estadounidenses no están por la labor de apoyar una reforma cuyos costes y consecuencias no pueden predecir en un sistema que se precia de ser el tecnológicamente más avanzado del mundo. Finalmente, hay múltiples intereses que refuerzan en la opinión pública la desconfianza en torno al rol del Gobierno en esta reforma y las dificultades de cohesionar un sistema muy fragmentado y atomizado.
Una rápida visión de los programas sanitarios de ambos candidatos y de sus intervenciones públicas permite observar una gran diferencia. Mientras que para McCain el problema de la sanidad es individual y, por lo tanto, corresponde a Joe el fontanero elegir qué es lo que quiere y al Gobierno ofrecer incentivos fiscales para que elija bien, Obama ofrece la posibilidad de incorporar al sistema al mayor número de ciudadanos sin seguro, especialmente niños. De acuerdo con sus programas, se ha estimado que en los próximos 10 años, sobre un total de 67 millones de personas sin seguro médico, McCain reduciría esa cifra en sólo dos millones, mientras que Obama lo haría en 34 millones. Para McCain la solución está en conservar el sistema actual de mercado con algunos cambios. Obama propone ir instaurando un sistema mixto público-privado, con la intención, posiblemente, de transferir la responsabilidad del cambio a los Estados. Ninguno de los dos apoya un sistema de cobertura universal y los dos defienden los clásicos de toda campaña electoral: más TIC, más prevención, menos burocracia y control del gasto.
La sanidad sólo apareció en el último debate electoral, centrado en temas internos y porque estaba en el guión. En el mismo, Obama pareció tener las ideas más claras y realizó propuestas específicas, mientras que McCain divagó entre generalidades y curiosidades. Entre estas últimas destacó la promoción del deporte en las empresas... Sin embargo, McCain le hizo a Obama la misma jugada que Bush padre le hizo a Dukakis, tratar de desarmarlo con una frase: "Tú quieres un sistema dirigido por el Gobierno; tú amas a Canadá y a Inglaterra". Obama, educadamente, olvidó preguntarle sobre el manifiesto firmado por 2.768 médicos en el The New York Times el 3 de octubre exigiendo al senador McCain que hiciera pública su historia clínica completa, ante la sospecha de que el melanoma invasivo del que fue operado pudiera afectar a su labor como posible presidente. Y es que Sarah Palin parece más temible como presidenta que McCain, no sea que proponga a todos los sin seguro ir a Alaska a cazar ciervos o buscar petróleo.
Albert Jovell es doctor en Salud Pública por la Universidad de Harvard y profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública en la UAB

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